Las hojas se agitan
en las copas de los árboles,
su canto cadencioso
arrulla una lágrima traidora.
Recluida en un rincón de mi alma
permanecen mis esperanzas
de una vida a tu lado.
Bajo los árboles
que un día presenciaron
mi arrobamiento y mi ingenuidad
me refugio.
Sin poder pronunciar palabras
anestesiada de toda alegría,
una sobredosis de realidad me invade.
Se extiende por mis venas y
se arraiga sin piedad
a los dominios de mi alma.
Impotente escucho los sollozos propios,
las esperanzas han muerto.
Clara Francutti
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