Por un tiempo vagué por las ruinas,
buscando mi razón para vivir,
las mejillas lucían rosadas
y el brillo en mis ojos
no permitía a mi entorno
conocer mi sufrimiento.
Caminando por un valle de
penas y dudas existenciales,
sufrí y lloré un dolor
que no llegaba a comprender.
Me preguntaba una y otra vez,
qué me sucede, porqué…
los días pasaban,
mis pies continuaban su camino
a pesar del cansancio.
Otoño tras otoño, entre crujientes
hojas naranjas, me cuestionaba.
Ríos de soledad se escurrieron
entre mis manos,
noches en vela frente a un espejo,
teorías y filosofías que sólo
despertaron en mi más
interrogantes y siempre allí
el dolor de la duda,
la insatisfacción de no
encontrar una respuesta,
la impotencia de una recurrente
introspección fallida,
la frustración de desnudar
el alma ante el papel
una y otra vez consciente
de no poder hallar respuestas.
Los días han pasado,
un otoño más que se deshoja
bajo mis zapatos, una noche más
de intentar conocer el porqué
de tantas respuestas y tan poca
convicción sobre ellas,
amor, oro, fama, reconocimiento
no, no, no y no
Sola, continuo esta búsqueda
que todos desconocen,
la gran actriz representa
ante el escenario del mundo
su papel de mujer cabal,
mientras disimula
alguna lágrima irrespetuosa
que se asoma para arruinar su acto
le robo a la vida un otoño mas,
le arrebato a mis fuerzas
la promesa de una primavera
e intento convencer a mi espíritu
de lo que he descubierto hace instantes:
la vida es un interrogante constante
y si deseas disfrutarla debes aceptar
que no siempre tendrás las respuestas.
Debo confesarlo: aún… no aprendo
a vivir con esto.