viernes, 12 de agosto de 2011

Búsqueda

Por un tiempo vagué por las ruinas,

buscando mi razón para vivir,

las mejillas lucían rosadas

y el brillo en mis ojos

no permitía a mi entorno

conocer mi sufrimiento.

Caminando por un valle de

penas y dudas existenciales,

sufrí y lloré un dolor

que no llegaba a comprender.

Me preguntaba una y otra vez,

qué me sucede, porqué…

los días pasaban,

mis pies continuaban su camino

a pesar del cansancio.

Otoño tras otoño, entre crujientes

hojas naranjas, me cuestionaba.

Ríos de soledad se escurrieron

entre mis manos,

noches en vela frente a un espejo,

teorías y filosofías que sólo

despertaron en mi más

interrogantes y siempre allí

el dolor de la duda,

la insatisfacción de no

encontrar una respuesta,

la impotencia de una recurrente

introspección fallida,

la frustración de desnudar

el alma ante el papel

una y otra vez consciente

de no poder hallar respuestas.

Los días han pasado,

un otoño más que se deshoja

bajo mis zapatos, una noche más

de intentar conocer el porqué

de tantas respuestas y tan poca

convicción sobre ellas,

amor, oro, fama, reconocimiento

no, no, no y no

Sola, continuo esta búsqueda

que todos desconocen,

la gran actriz representa

ante el escenario del mundo

su papel de mujer cabal,

mientras disimula

alguna lágrima irrespetuosa

que se asoma para arruinar su acto

le robo a la vida un otoño mas,

le arrebato a mis fuerzas

la promesa de una primavera

e intento convencer a mi espíritu

de lo que he descubierto hace instantes:

la vida es un interrogante constante

y si deseas disfrutarla debes aceptar

que no siempre tendrás las respuestas.

Debo confesarlo: aún… no aprendo

a vivir con esto.

Los ojos grises


La señorita M avanzó rápidamente por los fríos pasillos que conducían a la sala de música. Al ingresar saludó a sus alumnos y les solicitó que tomaran asiento.

-Página catorce, por favor, y marca bien los acentos- le señaló a Carlos que reía distraído.

Al finalizar la jornada M salió de la escuela muy agotada, descontó de forma rápida y desinteresada las seis cuadras que la distanciaban de su departamento, Subió las escaleras, abrió la puerta, hizo a un lado cartera y llaves para luego de una ducha, cocinar su especialidad: sopa.

Con preocupación, al sacar los ingredientes del refrigerador, notó que ya no quedaban provisiones para la semana siguiente…

- No debo olvidarlo- se dijo dudosa e intentando convencerse agregó- después de todo es muy importante, es el único ingrediente que no le puede faltar a mis sopas.

Por la mañana, M se arregló con especial atención, ciño su falda verde inglés a sus caderas y dejó suelto su cabello brillante y suave. Se perfumó con aquella fragancia casi ritual y delineó sus labios con especial dedicación.

Decidida y seductora la señorita M avanzó rápidamente por los fríos pasillos que conducían a la sala de música.

Parado junto a la puerta del curso de enfrente, contemplándola deslumbrado, estaba el nuevo profesor de Francés. M sintió que el mundo se detenía, lo saludó con una inclinación de cabeza y le regaló una sonrisa. El profesor sonrío y contestó el saludo con una expresiva mirada gris. La señorita M ingresó a la sala de música con una sensación extrema de felicidad, todo marchaba como lo había previsto, más fácil aún de cómo lo había imaginado, una duda la asaltó y se acomodó en su mirada ausente hasta ser desplazada por el brillo de la determinación.

Mientras los alumnos la contemplaban extrañados M ensimismada pensó:

- El hombre que asesinó a mi padre tenía ojos grises… el hombre que se llevó mi honra y no se casó conmigo tenía ojos grises, el hombre que enamoró a mi madre y la convenció de que me dejara en manos de una abuela cruel y golpeadora tenía ojos grises, el hombre que evaluó mi primer pasantía y me reprobó tenía ojos grises.

Grises, grises!! Los hombres de ojos grises no merecen vivir. Lo único que sirve de ellos son sus ojos… para hacer sopa… y ¡qué ricas sopas! Sí. Para lo único que sirven los hombres de ojos grises es para proveer ojos grises para mis sopas ¡por lo menos sirven para algo!

La señorita M sonrió irónica y enigmática, los alumnos sintieron una sensación vibrante, casi eléctrica. Definitivamente no podía desaprovechar esta oportunidad- se dijo. Debía conseguir provisiones y ya sabía de quien.

Y esta vez la voz de la señorita M se levantó por encima de todas las demás, matizada, brillante, llena de expresividad. Un nuevo desafío la esperaba.