domingo, 10 de febrero de 2013

Despedida


Fue el corcel que se convirtió en príncipe
para sanar el dolor de mi alma;
el caballero que derrotó a la soledad y
la hizo huir espiralada hacía la bruma.
Fue el dolor convertido en grito de triunfo,
el que acunó mis  miedos y compartió el temor.
Fue el ermitaño que abandonó sus aposentos,
filántropo personal y único de mi existir.

Entre paseos naranjas y sueños de cielos verdes
Se robó el azul extremo al que me había confinado.
Amó mi alma como ninguno
sin pedir a cambio nada más que sonrisas,
Fue mi fantasma favorito, el que me enseñó a confiar de nuevo,
Y el padre de este dolor que se alojó para siempre
en forma de melancolía…
Un recuerdo dulce que me niego a dejar ir
Seis felices años que me acompañarán de por vida.

Pero nunca creí en la magia… menos en la fantasía.
El príncipe volvió a corcel…
Acaricié su lomo condescendiente
Soplé en sus oídos una plegaría de agradecimiento
Y me despedí.

Aun hoy lamento no haberme aferrado a sus crinas.


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